viernes, 20 de septiembre de 2013

10 años



La memoria a veces es traicionera. Sobre todo si hablas de épocas de emociones, sentimientos, donde todo se confunde. Pero hoy hace 10 años desde que nuestro labios se encontraron. Recuerdo los nervios, mi corazón latiendo, y mis manos temblando mientras se acercaban a las suyas. Nunca he vuelto a sentir nada igual. Recuerdo también la tristeza y nuestras lágrimas, no muchos días después, después de haber amado tanto, tanto....

Sólo quería escribirte un poco, y que supieras que sigo pensando en tí, como siempre, como nunca.



Cortázar...un trozo de Rayuela:


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Desnudo...



Me pregunto dónde estarás, quién se reirá a tu lado, y quién te besará ahora mismo....



Pedro Salinas

Serás, amor...

¿Serás, amor

un largo adiós que no se acaba?

Vivir, desde el principio, es separarse.

En el mismo encuentro

con la luz, con los labios,

el corazón percibe la congoja

de tener que estar ciego y sólo un día.

Amor es el retraso milagroso

de su término mismo:

es prolongar el hecho mágico

de que uno y uno sean dos, en contra

de la primer condena de la vida.

Con los besos,

con la pena y el pecho se conquistan,

en afanosas lides, entre gozos

parecidos a juegos,

días, tierras, espacios fabulosos,

a la gran disyunción que está esperando,

hermana de la muerte o muerte misma.

Cada beso perfecto aparta el tiempo,

le echa hacia atrás, ensancha el mundo breve

donde puede besarse todavía.

Ni en el lugar, ni en el hallazgo

tiene el amor su cima:

es en la resistencia a separarse

en donde se le siente,

desnudo altísimo, temblando.

Y la separación no es el momento

cuando brazos, o voces,

se despiden con señas materiales.

Es de antes, de después.

Si se estrechan las manos, si se abraza,

nunca es para apartarse,

es porque el alma ciegamente siente

que la forma posible de estar juntos

es una despedida larga, clara

y que lo más seguro es el adiós.